“Las implicaciones bioéticas de los tratamientos para transición de género en personas menores de edad”

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José López Guzmán, profesor UNAV: “No somos conscientes de la gravedad que tiene administrar bloqueadores de la pubertad a menores para cambiar de sexo”  

El pasado 25 de noviembre se se celebró en el salón de grados de la Universidad Francisco de Vitoria la conferencia titulada «Las implicaciones bioéticas de los tratamientos para transición de género», organizada por el Instituto de Bioética de la Universidad Francisco de Vitoria. El acto tuvo el privilegio de contar con José  López Guzmán como ponente. El Dr. López es coordinador del área de humanidades farmacéuticas en la Universidad de Navarra.

Jorge Lopez UNAV genero RA

En la búsqueda de la verdad que planea sobre el espíritu universitario parece oportuno ahondar en la evolución del concepto de niño en la historia, ya que el modo en que se define la infancia tiene ciertas consecuencias morales, sobre todo, a la luz de la llamada transición de género. 

José López Guzmán y Sagrario Crespo, profesora de bioética de la Universidad Francisco de Vitoria, están inmersos en una investigación sobre los tratamientos farmacéuticos en estos menores con el objetivo de que en el ámbito sanitario haya una información adecuada al respecto de tal manera que se sepa que son experimentales y, por tanto, de los que se derivan unos riesgos, y que se pueda generalizar una visión holística del ser humano en un proceso como este. 

¿Qué significa ser púber?

La adolescencia es ese periodo de tránsito a la edad adulta en el que se registran importantes cambios físicos y emocionales, y que terminan alrededor de la segunda década de la vida. Según la OMS, abarca entre los 10 y los 19 años. Este inicio de la pubertad implica la interacción de varios factores, ya sean genéticos o ambientales, así como diversos cambios hormonales.  

Los adolescentes no son un grupo homogéneo, ni su desarrollo madurativo sigue ritmos continuos o uniformes, pero sí que comparten una serie de características comunes como la importancia de la relación con sus iguales, la imagen corporal o el desarrollo de su identidad. Se trata de una larga travesía en la que es necesario acompañarlos desde la multidisciplinariedad del conocimiento, ya que las decisiones que se toman con esta edad pueden hacerlos más vulnerables, por ejemplo, respecto al inicio de la llamada transición de género.  

En este sentido, los ponentes advirtieron de la gravedad de recurrir a bloqueadores de la pubertad para suprimir la expresión hormonal y sus caracteres sexuales, ya que, desde una perspectiva bioética, los tratamientos existentes pueden impedir un proyecto de vida satisfactorio a medio y largo plazo. 

¿Qué pasa cuando un menor tiene una duda de identidad?

Hay dos opciones cuando un menor expresa una duda identitaria. Por un lado, existe lo que se llama “espera vigilante”, es decir, no intervenir directamente, sino ver su desarrollo sin coaccionar a la persona, para que se vaya encontrando a sí misma a lo largo de un periodo de búsqueda de afectividad, nicho social, etc. Y, por otro lado, una intervención farmacológica, que recurre a la supresión directa de hormonas sexuales y la ejecución de un parón en su progreso madurativo. 

José López reveló que “actualmente, hay una tendencia a optar por la segunda opción, pero no es algo neutro como se intenta hacer ver, ya que si damos bloqueadores de la pubertad a un menor estamos condicionando al sujeto para tomar después otro tipo de hormonas”. Y añade: “Si el objetivo es buscar lo mejor para el niño, lo interesante sería hacer un acto de prudencia a la hora de escoger las alternativas, el principio debe ser el de precaución, elegir la medida que tiene menos repercusiones”. Para ello, el requisito es hacer un diagnóstico seguro y lo cierto es que no hay certeza de que alguien es transexual cuando es púber. 

Protocolos de diagnóstico: el origen de la duda

En el caso de los menores, la evaluación del propio usuario es difícil de validar, ya que es preciso descartar circunstancias vitales que pueden confundirle con su sexualidad, por ejemplo, una fantasía de enamoramiento o una búsqueda de la propia aceptación. De hecho, en la mayoría de los protocolos internacionales se busca que esta percepción desaparezca porque “patologiza el transexualismo”, según explicó José López: “Si queremos proteger al menor hace falta un segundo diagnóstico, descartar otros factores antes de medicar, saber qué le lleva a tomar esta decisión”.  

Hay muchos estudios empíricos que evidencian que cuando no se interviene, hasta un 90% de casos dejan de ser transexuales después de la pubertad, lo que indica que es necesaria una comprensión holística de todo el proceso: “No podemos meter a los menores en un embudo de tratamientos que no son adecuados para su edad”, afirmó. 

Un caso práctico

El caso de Keira Bell fue muy comentado por la equivocación que se produjo en la administración de hormonas y sus repercusiones. Cuando Keira se identificó con el sexo masculino fue remitida a una clínica que le administró los bloqueadores de la pubertad y después el resto de las hormonas cruzadas. Sin embargo, desilusionada por sus diferencias con un hombre, a los 20 años se sintió confundida para entrar en el quirófano y buscó volver a identificarse con una mujer. Declaró ser una “chica con barba, aislada y esclava de la testosterona para toda su vida”.  

En el juicio se demostró que su consentimiento en la clínica había sido inválido por su falta de capacidad de comprensión a esa edad y que se le había dado una información sesgada que le impidió saber a qué se enfrentaba en los años venideros. La evidencia científica, pues, argumenta que el cerebro del preadolescente no percibe el riesgo como tal, ni es consciente de las consecuencias de una decisión así a largo plazo, todavía menos en situación de estrés.  

¿Beneficios o riesgos?

Si tenemos en cuenta los efectos secundarios de la alta medicalización, las consecuencias físicas son evidentes: reducción de talla, cambios de humor, síntomas depresivos, problemas de crecimiento, modificación en la densidad mineral ósea, indicios premenopáusicos, problemas de fertilidad, etc. Jorge López se sirve de esto para pensar que “es engañoso hablar de ausencia de intervención en un tratamiento farmacológico si ya se está cambiando la altura del menor con los fármacos”. 

Respecto a la posibilidad de reversibilidad hay mucha incertidumbre sobre la cuestión. Incluso hay países del entorno que han retirado estos tratamientos para menores por la falta de claridad de los efectos a largo plazo.  

Por último, hay que tener en cuenta que son medicamentos of the label, es decir, fuera de ficha técnica: no aprobados para ese efecto, son medicamentos no admitidos para lo que se administran y sin seguimiento adecuado. Jorge López confiesa que esto es así porque “a los gobiernos no les interesa invertir económicamente en hacer estudios de verificación de bloqueadores hormonales y que salgan resultados inesperados”. Ante esta paradoja, advierte de que no son inocuos, dado el largo plazo en el que se administran sus dosis y para una finalidad contraindicada. 

Conclusiones

-La dignidad humana remite a la necesidad de proteger a las personas más vulnerables, sobre todo, los menores. 

-El deseo de aliviar un sufrimiento es loable, pero ante la irreversibilidad es necesario tener precaución. No hay que olvidar que el tratamiento es experimental y debería conllevar mayor rigor. 

-Debe haber una visión de conjunto en las consecuencias farmacológicas de los tratamientos. Hace falta mayor investigación, ya que mucha bibliografía está sesgada y no hay consistencia. 

-A medida que aumenta la conciencia identitaria, baja la calidad de los beneficios e intervenciones, lo que lleva a priorizar terapias no invasivas para paliar la angustia de este colectivo y optar por la espera vigilante como opción más adecuada. 

Preguntas: ¿Existe una idealización del otro sexo?

  1. Psiquiatras franceses y americanos plantean que la terapia de menores con conflicto de género debe empezar por contemplar el origen de ese conflicto y no por dar unos tratamientos farmacológicos. Todos coinciden en que hay un inicio que se articula en torno a diferentes problemáticas, ya sea el maltrato del padre, una burla escolar por no tener pecho, un canon de belleza muy marcado en redes sociales o la llamada personalidad por contagio en amigas que se suman a realizar un mismo cambio… En general, son personas que no se gustan y no se aceptan. Como en la anorexia, no se arreglaría haciendo una liposucción y poniéndose a régimen, sino manifestando la distorsión.
  2. Biológicamente, se habla de una enzima que produce cambios hormonales en el desarrollo fetal, pero sigue sin ser determinante. Es solo una predisposición, pero no se tiene que desarrollar necesariamente. De hecho, la catedrática Natalia López Moratalla ha estudiado que, aunque existan circuitos neuronales diferentes en las personas transexuales, no son cruciales dada la plasticidad del cerebro después de pensar que se quiere ser transexual. Es decir, no hay genes transexuales ni cerebros transexuales. Y por esto, los bloqueadores de la pubertad son arriesgados y poco prudentes, administrarlos sería patologizar a un niño. Es preciso dejar al margen la ideología y las presiones económicas para empezar a hacer estudios con potencia estadística y ensayos clínicos farmacológicos rigurosos, para no ir en detrimento de la seguridad de las personas transexuales.
  3. Hoy no está bien visto decir que un niño con esta medicación tiene sofocos, no ha crecido o pierde su inmunidad. Pero es una barbaridad empezar por el tratamiento, ya que hay muchos arrepentimientos tras una mastectomía, por ejemplo, y son enfermos de por vida, a nivel fisiológico y psicológico, que sufren mucho por la incertidumbre de saber cómo van a quedar tras una operación quirúrgica. No solo padecen los dolores físicos, sino que no quedan contentos porque les prometen una felicidad que no pueden alcanzar. Un estudio reciente de la Universidad de Pensilvania revela que la tasa de suicidios en personas transexuales es un 40% mayor que en la población general después de empezar el tratamiento, precisamente por la idealización del otro sexo, se genera una tensión enorme por no llegar a ser aquello que buscan. Hace falta información real, además de atender otros daños colaterales a los familiares que necesiten apoyo psicológico o mitigar la ansiedad que generaría una posible falta de fármacos por fallo de abastecimiento, que pueda implicar un retroceso.
  4. En resumen, y después de 20 años de experiencia como investigador en el ámbito de las personas transexuales, José López aclara que no son personas sexualizadas, sino que tienen un problema de no identificación con su cuerpo y se hallan en exceso centrados en sí mismos, además de sufrir por la sensación de no ser comprendidos por la sociedad: “Hoy las operaciones son estéticas, no funcionales, y hay mucha preocupación por hacerse continuamente intervenciones para que con el tiempo consigan ser lo que quieren ser, si es que esto fuera posible”, concluye.  

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