En este sentido, M. Taylor ha asegurado que esto lleva a formular una pregunta metafísica por excelencia: por qué hay algo y no la nada, una cuestión que la ciencia no busca contestar porque da por sentado que hay cosas que ya están aquí. Ha aclarado que la metafísica del don solo hace alusión a una manera de entender el mundo: la creación no se da la existencia a sí misma, sino que es recibida y, por tanto, existe en cuanto se dona. Esto, según ha explicado, se puede ver en la química, pero también en la ecología (la relación animal y mineral de la naturaleza), y en la persona que no se entiende como un individuo aislado. Así pues, debe hacer disposición a ver la realidad con gratitud y búsqueda relacional.
Por otro lado, aunque no se puede hacer metafísica sin saber física, Javier Sánchez ha matizado que gran parte del problema actual se da cuando ciencia y filosofía se separan y, mientras el filósofo piensa que puede centrarse en la metafísica, el científico interpreta la naturaleza exclusivamente con la ciencia. En definitiva, ha abogado por una filosofía de la naturaleza que permita una construcción más acabada de la realidad.
Precisamente, M. Taylor ha propuesto una tercera vía de acercamiento a la realidad para evitar el reduccionismo a una simple estructura mecánica. A su juicio, las ideologías dominantes la entienden como un gran flujo de energía que encasillan al hombre en un polvo de estrella. Por eso, ha reclamado una visión tradicional del individuo como sustancia que no está separada de otros individuos, con una dignidad que no está en guerra contra la naturaleza y que ve en esta un regalo de su existencia.
Con todo, los principios comunes no explican el conjunto del conocimiento y cualquier reducción es un ismo que hipertrofia, según ha declarado Sánchez Cañizares. A veces, puede ser útil para no inventar cosas nuevas a cada paso que da el ser humano, pero la ciencia no puede olvidar sus presupuestos ontológicos, cuando no tiene en cuenta que el hecho de que el universo exista es algo dado o que las cosas tengan una esencia. Ni tampoco puede olvidar sus presupuestos epistemológicos, porque necesita conectarse con otros conocimientos. En su opinión, el cientificismo se produce cuando se cree que se han encontrado conocimientos universales y no se complementan con el acceso a otros modos de conocimiento de la realidad o con una influencia real de los seres entre sí. Más bien, en la naturaleza se da una causalidad que permite su desarrollo en diferentes niveles porque se da una analogía profunda del ser humano con esos distintos niveles.
De este modo, el ser conlleva unas características que son la verdad, la bondad y la belleza, hasta en lo más banal, como ha desarrollado Michael Taylor, quien está convencido de que la visión agnóstica ante la bondad del mundo creado corre el peligro de entender el método de forma absoluta. Y así, ante un mundo que aparentemente necesita de procesos cuánticos, el asunto de la conciencia y la libertad conviven peligrosamente. Para el profesor J. Cañizares este asunto ha suscitado recientemente un interés masivo como se ha podido comprobar en las últimas producciones cinematográficas del universo de ficción de Marvel, lo cual, por otra parte, muestra que lo objetivo y lo subjetivo están íntimamente unidos. Sin embargo, la física se relaciona con la mente desde el momento en que se tiene experiencia de que la libertad no es una ilusión y cuando el mundo cuántico hace espacio para que esta capacidad coexista. Ha prevenido frente a la visión mecanicista de la historia porque, aunque ayuda a conocer la realidad y evita aburridos automatismos, no lo resuelve todo: la finalidad de la naturaleza se va descubriendo. “El ser humano es un vértice evolutivo que no cabe en los entendimientos mecanicistas”, constató.
Los ponentes se hicieron eco de la tesis de Joseph Ratzinger sobre que sustancia y relación son igualmente primordiales, ya que no se llega a algo sin estar en relación. M. Taylor habló de una patente tensión entre la muerte y la tendencia a llegar a una estabilidad eterna. Pues bien, a la denominada ecofilosofía que explica la vida y la inmaterialidad del alma desde la propiedad de la emergencia, le falta salir de la materia y dejar de encapsular el conocimiento dentro de una mera evolución que no resuelve el problema de sentido. En su libro defiende una esencia que parte de la relación constante entre lo material y lo inmaterial. También Javier Sánchez ha constatado que hay una visión de la emergencia entendida como algo que parece novedoso, pero aclaró que tan solo es aparente porque podría ser descrita a partir de componentes básicos, como el arco iris. No obstante, hay otras propiedades que son ontológicamente emergentes y ni siquiera, aunque se conozcan las propiedades, estarían dando razón de cómo emerge un ente. Se trata de una contemplación que lleva a intuir a un dios personal, de hecho, J. Ratzinger dijo que con esta historia en desarrollo eso sería lo único que uno esperaría de un dios para quien la relación es tan importante. “Da color a una naturaleza fría basada en el puro cálculo”, exclamó.
*Durante el TURNO DE PREGUNTAS, J. Sánchez aseguró que la visión determinista de Einstein no da razón de una naturaleza temporal donde el pasado es distinto del presente y el futuro, y la figura de los dados que se atribuye a Hawking no es para M. Taylor más que un aliciente para confirmar que son los sencillos los que encuentran a dios, como una forma que dios quiso de preservar su libertad de amarle.
J. Sánchez habló de corrientes teológicas que introducen nuevas visiones sobre cómo dios actuaría en la evolución sin que sea intervencionista, pero, en su opinión, habría que hablar de una teología de la creación que no olvide la relación de naturaleza y su creador, y que recalque que la creación está hecha con vistas a la encarnación de un dios que busca la divinización del universo (que dios sea todo en todos). M. Taylor sostuvo que el dios de Newton o Galileo puede conducir equivocadamente a una visión deísta de gran relojero creador del mundo, pero que se olvidó de él. Su tesis es la visión de un dios transcendente, pero más íntimo al ser humano que el propio ser humano, presente en todo de forma misteriosa, permitiendo la libertad del ser humano y el desarrollo de las leyes de la naturaleza.
Respecto a las dudas sobre el evolucionismo, M. Taylor contestó que, si todo es materia y forma, también tendría que haber un acompañamiento inmaterial, un salto cualitativo en el ser humano, cuando el alma es autoconsciente y se relaciona con dios. Por último, Javier S. Cañizares englobó los avances científicos dentro del marco darwiniano sin decir que esté superado y coincidió con Benedicto XVI en una evolución espiritual del ser humano.
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