La educación: un camino hacia el sentido
John Slattery, Jennifer Wiseman y Curtis Baxter. Miembros del programa Dialogue on Science, Ethics, and Religion Program de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia y ganadores de la 5ª edición de los Premios Razón Abierta con Science for seminaries.
James Arthur. Profesor de educación, director fundador del Jubilee Centre for Character de la Universidad de Birmingham y ganador de la 4ª edición de los Premios Razón Abierta con Teaching Character Virtues – A Neo-Aristotelian Approach.
El primer eje del Congreso ha girado en torno a la reflexión de una educación integral. El moderador Antonio Sastre, filósofo y profesor de formación humanística de la UFV, ha afirmado que la razón abierta en el área educativa está relacionada con la superación de la mera instrucción y transmisión de conocimientos, dirigida a acompañar al estudiante en el camino de plenitud, desarrollando todas sus dimensiones para alcanzar la felicidad. Una educación, por tanto, encaminada a hacerse preguntas últimas que afectan a la médula de la existencia, ya que, aunque en las aulas pueda haber indiferencia, en el corazón se descubre el anhelo de respuestas.
Por un lado, Curtis Baxter ha explicado que desde el principio han buscado implicar a diferentes comunidades científicas para participar en la divulgación de temas que tuvieran algún tipo de relación con la ética y la religión. Por otro lado, John Slattery ha revelado que la belleza del proyecto Science for Seminaries radica precisamente en que su origen no sea clerical, sino científico. En 2010 establecieron un acuerdo con la Asociación de Colegios Católicos que llevaban cientos de seminarios y buscaron interactuar con la ciencia de forma pertinente. Se preguntaron si podían hacer algo a favor de ese diálogo y les pusieron en contacto con diversos asesores católicos, incluso de otras confesiones cristianas. Tras tres años recibieron una beca para aumentar el proyecto hasta llegar a los 54 seminarios con los que cuentan actualmente, frente a los 10 seminarios con que contaban inicialmente, es decir, dispusieron de 75.0000 dólares anuales para mejorar el curriculum de los seminaristas sobre estudios bíblicos, teología pastoral, etc., a través de la realización de talleres, retiros y otros recursos de diálogo con la ciencia. Se puede consultar en su página web.
Respecto a la formación del carácter en virtudes, James Arthur, director del Jubilee Centre, ha declarado por videoconferencia desde Edimburgo cómo fueron preparando una serie de proyectos tras el temor del creciente consumo entre los jóvenes, hasta que decidieron desarrollar el concepto del carácter frente al materialismo dominante. Para ello, contaron con una importante financiación privada que les permitió volver a estudiar la filosofía de Aristóteles para explicar por qué los jóvenes no se preguntan sobre la ética de las cuestiones a la que se enfrentan cada día. La inquietud de James Arthur gira en torno a cómo hacer florecer las virtudes en el ser humano, ya que considera que un buen carácter es muy importante, tanto para las personas como para las sociedades, y que este se puede enseñar e inculcar. Pretende formar individuos comprometidos con el bien de todo ser humano para construir un mundo en que merezca la pena vivir, así como desarrollar la excelencia desde el enfoque de la ética aristotélica. Todo con una triple estructura: quiénes somos, en qué nos podemos convertir y cómo pasamos del punto A al punto B. Esto, abordado en comunidad e incluyendo todas las dimensiones éticas. Así, ha expuesto que un buen carácter tiene muchas ventajas, pues las virtudes hacen tener una vida productiva que hace más sana la sociedad y además son universales porque se hallan en todo progreso humano. En este sentido, ha querido aclarar que educar en el carácter de la virtud no es adoctrinar ni supone un modelo paternalista, religioso o conservador, sino que se trata de una “alfabetización virtual” en conocimiento, razonamiento y práctica. No basta, a su juicio, con saber cada vez más cosas porque eso no cambia la conducta, sino que hay que razonar sobre cómo y cuándo actuar bien, pues la virtud permite expresar una actitud deseable dentro de un marco intelectual, moral y cívico.
Verónica Fernández, profesora de Educación de la UFV, ha trasladado algunas cuestiones de alumnos que confrontan la teoría del big bang con la creencia en un dios creador. En su opinión, estas dudas revelan la fragmentación del estudiante y la necesidad de trabajar en una enseñanza integral e integradora. Ha abogado por potenciar el diálogo entre los profesores de ciencias y los de filosofía y religión para ofrecer contenidos unificados y evitar que se presente la fe como un conocimiento literal de la Biblia incompatible con la evolución. “Es todo un reto formar al docente en el camino de la inspiración en las virtudes creando centros de transmisión de este carácter a las aulas”, ha declarado.
*En el TURNO DE DEBATE, se hizo un llamamiento a potenciar la colaboración entre ciencia y fe para que la razón pueda alcanzar una ciencia más madura. John Slattery puso el ejemplo de un grupo de profesores americanos que debatían sobre la noción de la evolución. Reveló que solo pudieron aceptar el diálogo cuando dieron sus puntos de vista sobre ecología, creación y psicología. En su opinión, es importante que no se obligue a entender, sino a profundizar en el contenido para llegar a un nivel más hondo.
Las virtudes son herramientas que ayudan a razonar, según J. Arthur, pero es necesario integrarlas con las intelectuales para que se amplíe la razón, es lo que llamó la “sabiduría práctica del buen sentido”. Así pues, las virtudes permiten saber, desear y actuar con un buen razonamiento. Lo único que se necesita es que haya personas inteligentes y prácticas que sean líderes en sus profesiones.
Por su parte, Verónica Fernández sostuvo que es un reto educar en la razón abierta porque se educa como se ha sido educado y si se quiere mejorar hace falta que el profesor sea un maestro. Esto pasa por cómo mira a la persona que tiene delante, que no es un objeto de consumo de contenidos, sino alguien con quien establecer una relación sapiencial. También hace falta que sea referente, pues un profesor no se reduce a lo que dice, sino que es una persona integral con un prestigio, capaz de acoger a sus alumnos y ayudarles a crecer. En su opinión, para que exista unidad en el saber hay que tener en cuenta varios niveles de la persona que van desde el conjunto de átomos hasta la necesidad de respeto. Se pretende repensar el título de cada asignatura para forjar estudiantes autodidactas que vean en el otro a un hermano.
El deseo del artista Etsuro Sotoo de dar con la pregunta correcta ha sido lo que ha llevado a Curtis Baxter a afirmar que habría que llevar buenos científicos a las clases para suscitar preguntas acerca de los nuevos modelos de pensamiento: el funcionamiento del cerebro, el cambio climático, la evolución, el abuso sexual…
John Slattery añadió que, ya sea ciencia o teología, las preguntas básicas son similares y las conversaciones giran en torno a los mismos asuntos. James Arthur se volvió a preguntar cuáles son los deseos del ser humano y se posicionó frente al relativismo y la pérdida de la naturaleza humana. Consideró que el humanismo europeo y el judeocristianismo se unen y se desunen en la actualidad con mucha facilidad respecto a temas antropológicos. En su opinión, el declive de la religión, el desplazamiento de la filosofía por la psicología y la aparición del constructivismo han sido cuestiones determinantes. Abogó por recuperar la idea de una naturaleza humana que se pueda entender a través de muchas perspectivas como la filosofía, la psicología, las artes…, tan solo poniendo de moda conocimientos centrados en el florecimiento humano.
Verónica Fernández ha añadido que el modelo pedagógico de la UFV (despertar, descubrir, decidir) está dirigido especialmente a ese alumno que solo está preocupado por el examen y no busca enriquecerse de sabiduría. Tiene como base la relación: del profesor con otros profesores, del profesor con el alumno y de los alumnos entre ellos mismos. Se trata de hacer las preguntas pertinentes y buscar respuestas juntos, cristalizando en decisiones que lleven a un crecimiento personal. A tal efecto, las comunidades de Razón Abierta buscan poner en conocimiento de todos, las preguntas de las diferentes asignaturas para ampliar sus conclusiones a un ámbito interdisciplinar.
Junto a ello, desmontar los prejuicios cientificistas no deja de ser una forma de abrir horizontes en la formación de los futuros clérigos. John Slattery señaló que hay tantos científicos que participan en el proyecto que los resultados de la interacción han sido muy fructíferos. Curtis Baxter apuntó que al final acaba dando igual si el científico tiene fe o no, porque lo único importante es si están dispuestos a cooperar.
Como se ha visto, Razón Abierta significa apertura a todas las dimensiones del sujeto. James Arthur explicó que la enseñanza debe despertar a la verdadera educación, por tanto, no es solo conocimiento de libros de texto o transmisión de información, sino que ha de implicar transformación. Educación no es lo que se sabe el alumno, sino en qué se ha convertido ese alumno durante el proceso de apertura al conocimiento.
Desde la Facultad de Educación, Verónica Fernández recordó que si la educación es un reto es porque implica a la libertad humana. En este punto, afirmó que el acompañamiento es una de las estrategias más adecuadas para estar cerca del alumno en momentos de dificultad, y apostó por seguir fortaleciendo el sistema de mentorías que asigna un mentor a cada alumno para realizar un seguimiento personalizado.
En el turno de preguntas se planteó hasta qué punto es importante distinguir entre obligar o respetar. Slattery respondió que no hay una solución perfecta, sino una combinación de materias: “Es un debate sobre lo que se considera imprescindible a nivel disciplinario y los límites de tal enseñanza”, declaró. En su opinión, la clave es generar espacios para poner en juego las cuestiones existentes, de hecho, en el proyecto de los seminarios parten de una educación básica, pero luego se ha observado que surgen otros temas que no conllevan un contexto reglado.
Sobre las virtudes que ha de tener todo educador, estas forman parte de un camino de quien busca el mayor bien, según contestó Verónica Fernández, que a la vez las intuyó en forma de racimo. Arthur concretó que espera de todos los educadores que sean honestos y sinceros, tengan compasión, interés y respeto por los alumnos. Incluso añadió que la educación se ve influida por la arquitectura y el ambiente, por lo que el profesor en su código de conducta debe incluir la humildad y la verdad.
Respecto a los alumnos que pueden acercarse con actitud hostil o cierta resistencia a la razón abierta, Slattery presentó una investigación que se está llevando a cabo en algunas aulas de biología de EEUU sobre cómo dedicar una parte de la clase a reconocer que existen dos puntos de vista diferentes cambia el ambiente, pues el mero hecho de reconocer que había un grupo con una teoría y otro grupo con otra influyó positivamente en los resultados. Arthur recomendó el libro “El cierre de la mente americana”, que habla de alumnos abiertos que no son capaces de establecer un juicio sobre nada, sensibles en exceso a tantos temas. Confesó que estos mismos jóvenes no se dan cuenta de que buscan algo más, una participación más profunda en la sociedad y que si un alumno está cerrado no se le podrá formar, ni siquiera en un conocimiento técnico.
En el turno de debate, se hizo un llamamiento a potenciar la colaboración entre ciencia y fe para que la razón pueda alcanzar una ciencia más madura. John Slattery puso el ejemplo de un grupo de profesores americanos que debatían sobre la noción de la evolución. Reveló que solo pudieron aceptar el diálogo cuando dieron sus puntos de vista sobre ecología, creación y psicología. En su opinión, es importante que no se obligue a entender, sino a profundizar en el contenido para llegar a un nivel más hondo.
Las virtudes son herramientas que ayudan a razonar, según J. Arthur, pero es necesario integrarlas con las intelectuales para que se amplíe la razón, es lo que llamó la “sabiduría práctica del buen sentido”. Así pues, las virtudes permiten saber, desear y actuar con un buen razonamiento. Lo único que se necesita es que haya personas inteligentes y prácticas que sean líderes en sus profesiones.
Por su parte, Verónica Fernández sostuvo que es un reto educar en la razón abierta porque se educa como se ha sido educado y si se quiere mejorar hace falta que el profesor sea un maestro. Esto pasa por cómo mira a la persona que tiene delante, que no es un objeto de consumo de contenidos, sino alguien con quien establecer una relación sapiencial. También hace falta que sea referente, pues un profesor no se reduce a lo que dice, sino que es una persona integral con un prestigio, capaz de acoger a sus alumnos y ayudarles a crecer. En su opinión, para que exista unidad en el saber hay que tener en cuenta varios niveles de la persona que van desde el conjunto de átomos hasta la necesidad de respeto. Se pretende repensar el título de cada asignatura para forjar estudiantes autodidactas que vean en el otro a un hermano.
El deseo del artista Etsuro Sotoo de dar con la pregunta correcta ha sido lo que ha llevado a Curtis Baxter a afirmar que habría que llevar buenos científicos a las clases para suscitar preguntas acerca de los nuevos modelos de pensamiento: el funcionamiento del cerebro, el cambio climático, la evolución, el abuso sexual… John Slattery añadió que, ya sea ciencia o teología, las preguntas básicas son similares y las conversaciones giran en torno a los mismos asuntos. James Arthur se volvió a preguntar cuáles son los deseos del ser humano y se posicionó frente al relativismo y la pérdida de la naturaleza humana. Consideró que el humanismo europeo y el judeocristianismo se unen y se desunen en la actualidad con mucha facilidad respecto a temas antropológicos. En su opinión, el declive de la religión, el desplazamiento de la filosofía por la psicología y la aparición del constructivismo han sido cuestiones determinantes. Abogó por recuperar la idea de una naturaleza humana que se pueda entender a través de muchas perspectivas como la filosofía, la psicología, las artes…, tan solo poniendo de moda conocimientos centrados en el florecimiento humano.
Verónica Fernández ha añadido que el modelo pedagógico de la UFV (despertar, descubrir, decidir) está dirigido especialmente a ese alumno que solo está preocupado por el examen y no busca enriquecerse de sabiduría. Tiene como base la relación: del profesor con otros profesores, del profesor con el alumno y de los alumnos entre ellos mismos. Se trata de hacer las preguntas pertinentes y buscar respuestas juntos, cristalizando en decisiones que lleven a un crecimiento personal. A tal efecto, las comunidades de Razón Abierta buscan poner en conocimiento de todos, las preguntas de las diferentes asignaturas para ampliar sus conclusiones a un ámbito interdisciplinar.
Junto a ello, desmontar los prejuicios cientificistas no deja de ser una forma de abrir horizontes en la formación de los futuros clérigos. John Slattery señaló que hay tantos científicos que participan en el proyecto que los resultados de la interacción han sido muy fructíferos. Curtis Baxter apuntó que al final acaba dando igual si el científico tiene fe o no, porque lo único importante es si están dispuestos a cooperar.
Como se ha visto, Razón Abierta significa apertura a todas las dimensiones del sujeto. James Arthur explicó que la enseñanza debe despertar a la verdadera educación, por tanto, no es solo conocimiento de libros de texto o transmisión de información, sino que ha de implicar transformación. Educación no es lo que se sabe el alumno, sino en qué se ha convertido ese alumno durante el proceso de apertura al conocimiento.
Desde la Facultad de Educación, Verónica Fernández recordó que si la educación es un reto es porque implica a la libertad humana. En este punto, afirmó que el acompañamiento es una de las estrategias más adecuadas para estar cerca del alumno en momentos de dificultad, y apostó por seguir fortaleciendo el sistema de mentorías que asigna un mentor a cada alumno para realizar un seguimiento personalizado.
En el turno de preguntas se planteó hasta qué punto es importante distinguir entre obligar o respetar. Slattery respondió que no hay una solución perfecta, sino una combinación de materias: “Es un debate sobre lo que se considera imprescindible a nivel disciplinario y los límites de tal enseñanza”, declaró. En su opinión, la clave es generar espacios para poner en juego las cuestiones existentes, de hecho, en el proyecto de los seminarios parten de una educación básica, pero luego se ha observado que surgen otros temas que no conllevan un contexto reglado.
Sobre las virtudes que ha de tener todo educador, estas forman parte de un camino de quien busca el mayor bien, según contestó Verónica Fernández, que a la vez las intuyó en forma de racimo. Arthur concretó que espera de todos los educadores que sean honestos y sinceros, tengan compasión, interés y respeto por los alumnos. Incluso añadió que la educación se ve influida por la arquitectura y el ambiente, por lo que el profesor en su código de conducta debe incluir la humildad y la verdad.
Respecto a los alumnos que pueden acercarse con actitud hostil o cierta resistencia a la razón abierta, Slattery presentó una investigación que se está llevando a cabo en algunas aulas de biología de EEUU sobre cómo dedicar una parte de la clase a reconocer que existen dos puntos de vista diferentes cambia el ambiente, pues el mero hecho de reconocer que había un grupo con una teoría y otro grupo con otra influyó positivamente en los resultados. Arthur recomendó el libro “El cierre de la mente americana”, que habla de alumnos abiertos que no son capaces de establecer un juicio sobre nada, sensibles en exceso a tantos temas. Confesó que estos mismos jóvenes no se dan cuenta de que buscan algo más, una participación más profunda en la sociedad y que si un alumno está cerrado no se le podrá formar, ni siquiera en un conocimiento técnico.
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