[Transcripción de la entrevista]
-Hoy vamos a hablar de una disciplina que está en la estructura y en el modo de organizar nuestra vida que es la arquitectura y tenemos con nosotros a Emilio Delgado, vicedecano de Investigación de la Escuela Politécnica, y es todo un placer tenerle en el plató de la Facultad de Comunicación. Hola Emilio, ¿qué tal?, ¿cómo estás?
Hola, buenas.
-Muchas gracias por haber tenido este encuentro con nosotros. Queríamos preguntarte sobre todo cómo conjugas tú las dos perspectivas que tiene la arquitectura. Por un lado, una parte un poco más técnica, las características en el modo de construir un edificio o inmueble. Y, por otro lado, esa parte en la que se piensa si la persona que va a habitar ese espacio va a tener una vida plena, ¿cómo dar sentido a la vida del ser humano que vivirá en ese edificio? Esas dos partes supongo que no son inseparables del todo, ¿hay un punto de unión?, ¿cómo lo vives tú en el ejercicio de tu profesión?
Es una muy buena pregunta y es una cuestión que yo creo que los arquitectos llevamos haciéndonos mucho tiempo. Es curioso porque, en muchas ocasiones, hacemos edificios y proyectos para personas que no tienen una carga específica, son ciudadanos, cuando hacemos un museo, supermercado, cuando diseñamos unas viviendas sociales. Tenemos claro que ahí van a habitar personas, pero muchas veces no las tenemos tan identificadas o valoradas cuando hacemos un encargo de carácter institucional que cuando el encargo es personal o privado.
Al final, tenemos que dejar de tratar al hombre como un ser genérico y discernir cuál es la complejidad de esa persona que va a habitar el espacio. Pasa una cosa y es que pensar un edificio es una cosa muy compleja porque al final dura mucho tiempo, más que las personas que lo habitan en un momento. Salir al paso de la contingencia del habitante actual es difícil cuando después el edificio dura con cierta facilidad 50 años, en el mejor de los casos 100, y tenemos constancia de edificios que han durado varios siglos. Nos enfrentamos a una situación ciertamente compleja por la persistencia de la Arquitectura en el tiempo.
«Tenemos que dejar de tratar al hombre como un ser genérico y discernir cuál es la complejidad de esa persona que va a habitar el espacio»
-Hay un arquitecto que seguramente conozcas, Etsuro Sotoo, el arquitecto japonés que está finalizando el proyecto de la Sagrada Familia de Barcelona, que piensa que nos hemos “mal acostumbrado” a nuestras raíces cristianas por el simple hecho de darlas por sentado, ¿qué significado encuentras en lo que piensa Etsuro?, ¿qué relación tiene el cristianismo con la cultura europea en el mundo de la Arquitectura?
El cristianismo dice una cosa que es fascinante en relación con la Arquitectura y es la manera en la que fue capaz de captar, desde sus inicios y proviniendo de una cultura judía, el valor de lo trascendente y simbólico encarnado en la materia y eso ha dado lugar a un tipo de arte muy particular. Por un lado, ha sido capaz de captar el rostro de Cristo, una maravilla en el desarrollo del arte cristiano, ya que de alguna manera entiende la importancia de encarnar el rostro en la materia a través de la representación artística. Y, por otro lado, es fantástico de qué forma trata de evidenciar esa encarnación en la construcción de espacios y lugares que sean también capaces de representar el anhelo y la esperanza por un mundo futuro. También incluso en las ciudades, ya que la cultura occidental con esas raíces tiene algo de aspiracional: la ciudad se convierte en un anhelo no solo del presente, no solo de nuestro entorno y actividades, sino también del futuro, algo relacionado con la ciudad en el ámbito escatológico, la Jerusalén celeste.
Es curioso porque en muchas ocasiones, lo estamos viendo en la actualidad, cuando ponemos en crisis la entidad de la ciudad y lo que tiene que ver con ella, la región, la nación, vemos que eso tambalea nuestra cultura y soportes, y desaparecen nuestras referencias. Vivimos vinculados a la ciudad de manera muy especial.
-¿Tienes algún arquitecto que te haya inspirado, que ha marcado tu modo de trabajar?
Hombre, yo tengo un maestro que es un referente para mí, Alberto Campo Baeza que lo conocimos aquí en la casa. Tuve la oportunidad de trabajar con él 10 años que ha construido aquí en el campus el Polideportivo, pero también he participado en el desarrollo de obras y proyectos con él. Para mí es un referente por la manera en la que el arquitecto se pone en juego para darlo todo por conseguir ofrecer el mejor escenario posible pensando en las personas que después lo van a habitar.
-Como profesor también te pones en juego constantemente, en esa forma que tiene la docencia de llevar a los alumnos a hacerse preguntas que pueden partir quizá de algo técnico o cuantitativo y avanzar a una pregunta que tiene más que ver con una antropología del hombre, una cuestión epistemológica relacionada con la verdad o un sentido ético, es decir, las cuatro preguntas que marcan el curso de Razón Abierta. ¿Tienes algún ejemplo concreto de tus alumnos que puedas transmitir sobre algún tema del que hayan partido en un punto y hayan llegado a otro?
El fundamento de la docencia, no solo en Arquitectura, sino en cualquier ciencia, debe ser aprender a formularse preguntas: aprender a identificarlas, por un lado, y a verbalizarlas y afrontarlas, por otro. El conocimiento, pese a que pensemos que es ilimitado en cuanto a la cantidad de cuestiones que podemos aprender, en sí mismo tiene unos límites. Al profundizar en una materia podemos ahondar en lo que queremos conocer, pero con el tiempo, así lo estoy viviendo y descubriendo personalmente, hay una serie de preguntas de fondo, que tienen que ver con la propuesta de Razón Abierta, que amplifican más y mejor la manera en que nos enfrentamos a la respuesta que se debe esperar que demos los profesionales en el presente y en el futuro.
Esto lo vivimos cuando tratamos de poner en el foco no una cuestión técnica, sino una cuestión de carácter experiencial que tenga que ver con la vida, el lugar en que estamos inmersos. A veces, tratamos de teorizar y abstraer mucho las cosas en el ámbito docente y profesional, pero al final las cuestiones con las que tratamos son muy del día a día, muy cotidianas. En ese sentido, con los alumnos, por ejemplo, en primer curso, tenemos una asignatura de temas de creatividad y tratamos de ponerles delante cuestiones relacionadas con el significado de su profesión. Hay una pregunta muy típica que hacemos todos los años: ¿Qué es Arquitectura? Si lo piensas y haces una reflexión sobre ello, te das cuenta de que pones algo en el centro de tu ciencia para poder definirla, entenderla y expresarla con más intensidad, y si vas a ser capaz después de abanderar esa definición a lo largo de la vida. Siempre es limitante, pero te encamina y quizá luego cambia o se modifica.
-¿Qué ponen ellos en el centro?
Cuando uno entra en la carrera al principio se suele elegir la técnica, otros ponen el arte entendido como pura creatividad, o incluso el arquitecto, que es un lío porque se pone en el centro al propio diseñador, otros eligen la belleza, el habitante, la función o uso al que está destinado el edificio… es complejo y bonito el ejercicio.
-Si pudieras desear cómo tiene que ser el arquitecto del mañana, ¿cómo es tu imagen de ese arquitecto integral que pone en el centro lo correcto?
No es fácil, no es fácil saberlo…
-Además, tú tienes más experiencia y puedes vislumbrar dónde no está el error de qué colocas en el centro, mientras que los alumnos están aprendiendo, pero con unos años a tus espaldas puedes decir algo sobre la visión de la Arquitectura y qué poner en el centro…
Te respondo con una reflexión y luego un ejemplo. Cuando pienso en lo que me legitima como arquitecto es algo muy bonito y son todos los arquitectos que ha habido detrás. Me da mucha calma. Si fuese por nosotros solos estaríamos perdidos. Cuando uno piensa que somos pequeños continuadores, enanitos que nos subimos a hombros de gigantes de grandísimos arquitectos que ha habido, desde hace siglos y también recientemente, uno se queda muy tranquilo de ser continuador de esta noble tradición. Eso es lo que yo pienso respecto a los arquitectos del mañana, que sigan siendo conscientes y partícipes de este hermoso recorrido. Igual que me da a mí tranquilidad se la dará a los del futuro.
Como un ejemplo, me gusta mucho y viene al caso el Premio Pritzker de Arquitectura, que es como si fuera el Nobel y se dio ayer mismo a un arquitecto que se llama Francis Kéré de Burkina Faso, en África. Cuando era joven sus padres entendieron que la mejor formación que podía tener no era ahí sino en Europa y se fue a Inglaterra y Berlín donde hizo su carrera docente y parte de su trayectoria profesional. Digo parte porque desde hace ya bastante tiempo su trabajo lo ha vuelto a desarrollar en Burkina. Ha entendido que su labor no está en las posibilidades que te puede dar una vida en Occidente, sino en tomar conciencia de volver a aquello que te han dado. Es curioso porque se ha dado un premio a un tipo de arquitectura que es absolutamente vernácula, muy fundida con el lugar, pequeñas escuelitas y centros culturales que, vista desde la perspectiva europea, no tiene nada que ver con el high tech ni con las nuevas tecnologías ni con los temas de ahorro energético. Sí hay sostenibilidad porque es donde empieza la arquitectura más local que hay allí, pero nos ha dado una especie de “bofetada” a los arquitectos de las grandes ciudades. Es como si nos dijera: mirad lo que tenéis alrededor, ved cómo os puede inspirar, atended a la problemática que tenéis cerca porque hace falta que estéis ahí para prestar un servicio.
-Los talentos que tienes es ponerlos al servicio…
Este arquitecto me parece ejemplar, esa forma de volver a tu origen y darlo todo.
-Bueno pues aprendamos de este gran ejemplo. Gracias Emilio Delgado por estar en el Instituto Razón Abierta y por ampliarnos los horizontes de esa razón en un recorrido muy esperanzador. Gracias. Hasta luego.
Gracias. Adiós.
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