Isidro Catela
Desde la madre del cordero a la madre de todas las batallas. Nuestras sentencias están impregnadas de una maternidad que invoca el origen de cuanto tenemos delante.
Lo corroboran esas expresiones de sabiduría popular, tan nuestras, que son los refranes. “Paréceme, Sancho –asegura don Quijote – que no hay refrán que no sea verdadero, porque todo son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: donde una puerta se cierra, otra se abre”.
Pues eso, que hay que abrirse, que la experiencia es la madre de todas las ciencias, ¿quién no lo ha dicho alguna vez?
Si además de decirlo, usted lo ha puesto en práctica o anda en ello ahora, le pueden premiar su buen hacer con 25.000 euros. Es la propuesta científica de los Premios Razón Abierta, convocados por la Universidad Francisco de Vitoria, con el aval de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, y dirigidos a docentes e investigadores universitarios.
No sirve, lógicamente, cualquier tipo de experiencia, porque no todas responden a una ciencia donde la pregunta por el origen entra en juego.
Hablamos de razón abierta porque asumimos que la mejor investigación y docencia posibles son aquellas que muestran a cada ciencia en particular con la certeza de que, desde ellas, se puede comprender un poco mejor al hombre y al mundo en su totalidad, convencidos además de que utilizar la razón es, en última instancia, abrirse al significado y el sentido final de las cosas.
“¿Cómo no abrir la razón y mantenerla en constante apertura por si el propio método científico se vuelve contra el hombre que lo realiza?”
Entendemos la experiencia como verdadera sabiduría a la que se llega, con rigor científico, pero sin anteojeras ideológicas que dejen fuera cuestiones fundamentales para el ser humano.
El sabio, en sentido clásico, no es solo el que tiene gran acumulación de conocimientos, ni mucho menos el que cree que todo lo sabe. Es más bien, el que es consciente de que ignora muchas cosas (algunas de ellas, esenciales), se rebela contra esta ignorancia y pone los medios para salir de ella. La sabiduría se nos presenta así como luz amplia de la razón, que busca y halla conocimiento seguro (razonable) de lo que de verdad importa.
¿Cómo pueden quedar excluidas del ámbito de la racionalidad asuntos como el vivir y el morir? ¿Cómo podemos seguir endiosando a la Razón, sin abrirla, ensancharla, y posibilitando que abarque y explore los aspectos de la realidad que van más allá de lo puramente empírico?Ante una cultura positivista y relativista, Joseph Ratzinger-Benedicto XVI pone el dedo en la llaga y hace notar, en numerosas ocasiones, la profunda división de saberes y la excesiva especialización del ámbito universitario, que dejan fuera una visión de conjunto, integradora, que es la que puede dotar de sentido a cada ciencia específica.
El relativismo, el cientificismo y el pragmatismo no dejan lugar a un conocimiento integrador que abarque los objetos de estudio de forma ordenada y, por lo tanto, impide a priori la búsqueda de la verdad.La división de saberes es un peaje pedagógico que hay que pagar. Pero el universitario genuino (desde el alumno hasta los docentes e investigadores a los que se dirigen los Premios Razón Abierta), se embarca en la tarea del saber sistemático, el que no deja fuera una sola pregunta que le inquiete.Desde la Universidad Francisco de Vitoria queremos poner nuestro granito de arena al servicio de una razón ancha, que nos permita mirar más allá del estrecho horizonte de nuestro ombligo. De hecho, no queremos ser ombligo del mundo, sino contribuir, con otros, a ser el corazón, en la medida en que el latido universitario consiga acompasar la tarea vital de ser mejores.
“Se puede comprender un poco mejor al hombre y al mundo en su totalidad, convencidos además de que utilizar la razón es, en última instancia, abrirse al significado y el sentido final de las cosas”
Porque reconocemos e intentamos contribuir, en la medida de nuestras posibilidades, al desarrollo del conocimiento científico-técnico y nos enorgullecemos de los enormes beneficios que le ha reportado a la humanidad, pero no somos tan ingenuos como para identificar, sin más, ciencia y sabiduría.Nos preguntamos por la madre de todas las ciencias y he ahí el quid de la cuestión. Porque, ¿cómo ser útiles de verdad si en cuanto que científicos pasamos de largo por las cuestiones que hacen posible una existencia auténtica? ¿Cómo no abrir la razón y mantenerla en constante apertura por si el propio método científico se vuelve contra el hombre que lo realiza? ¿Cómo renunciar a buscar criterios fundamentales para no hacer del dinero un fin que nos cosifique o de la tierra un basurero inhabitable? ¿Cómo no preguntarnos por dónde habremos de buscar esos criterios? ¿Nos los va a proporcionar la ciencia misma que se cierra sobre su propia concha?Si es usted un docente y un investigador tan apasionado por la Ciencia que cree, entiende y experimenta que no le hacemos justicia cuando la reducimos a la verificación experimental…
Si usted enseña e investiga matemáticas, comunicación, psicología, medicina, empresa (qué más da), pero lo hace en constante preocupación por la síntesis de saberes para mostrar, con su trabajo, una visión global del hombre y del reconocimiento de su dignidad…Si usted apuesta por la apertura razonada y razonable a la Filosofía y a la Teología, integrándolas para dar sentido a esa visión integral del ser humano, en lugar de por la cerrazón que todo lo reduce a un laboratorio… Ha encontrado su sitio. Bienvenido a www.premiosrazonabierta.org.Le esperamos, con su participación hasta el próximo 30 de abril, para incorporarle a esta humilde comunidad de buscadores de la verdad y quién sabe si premiarle porque ha sido capaz de mostrar con su trabajo que la verdadera experiencia es la madre de todas las ciencias.
Este artículo ha sido publicado originariamente en Religión en Libertad.
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